¿Alguna vez te has preguntado, con una punzada de frustración en el pecho, “¿Por qué nada me sale bien?”
Sientes que te esfuerzas, inviertes tiempo y energía, pero tus proyectos se alargan, los costos se disparan y la meta parece cada vez más lejana.
Si esta pregunta resuena contigo, déjame contarte una historia que, aunque parezca lejana, tiene mucho que ver con tus desafíos diarios.
En 1957, Australia se embarcó en un proyecto monumental: construir la Ópera de Sídney, un faro arquitectónico para el mundo.
El diseño ganador, una visión audaz de velas al viento imaginada por el arquitecto danés Jørn Utzon, prometía ser una maravilla futurista.
Se presupuestó para terminar en cuatro años, con un costo estimado de 7 millones de dólares australianos.
Sin embargo, la realidad, era otra. El proyecto se extendió durante catorce años.
El costo final terminó siendo superior a los 100 millones de dólares.
Utzon, terminó renunciando en medio de una gran crisis política.
La Ópera de Sídney, hoy un icono mundial, es uno de los ejemplos más palpables de mala planificación en la historia moderna.
Y aquí está la clave, emprendedor invencible: este error colosal no fue un accidente aislado.
Fue la manifestación de un sesgo cognitivo profundamente arraigado en nuestra psique: la Falacia de la Planificación.
Identificada en 1979 por los brillantes psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky, la Falacia de la Planificación describe nuestra tendencia sistemática a subestimar el tiempo, los costos y las dificultades futuras.
Y lo hacemos incluso cuando tenemos ante nuestros ojos una montaña de evidencia que demuestra que proyectos similares en el pasado siempre tardaron más, costaron más dinero y requirieron mucho más esfuerzo del previsto.
¡Que raro!, ¿verdad?
Sabemos, muy en el fondo, que los proyectos se retrasan, que los presupuestos se inflan y que los imprevistos son lo normal. Pero, misteriosamente, como por obra del espíritu santo, seguimos creyendo que esta vez será diferente.
Creemos, de una forma muy ingenua, casi infantil, que nuestro proyecto será la excepción, que nosotros somos más eficientes, más organizados, más afortunados.
Pero la realidad, te lo digo por experiencia, los datos nunca mienten.
Y los efectos de esta falacia pueden ser devastadores para nuestros sueños emprendedores: presupuestos rotos que destruyen tus finanzas, expectativas insostenibles que te llevan a la frustración constante, equipos desmoralizados por plazos imposibles y, en última instancia, proyectos que se quedan a medio camino, alimentando esa terrible pregunta: “¿Por qué nada me sale bien?”
La Falacia de la Planificación: El Enemigo Oculto de tus Ambiciones
Todos, en algún momento de nuestro camino emprendedor, caemos víctimas de esta falacia.
Es demasiado fácil prometer lanzamientos en plazos que rozan lo mágico, presupuestar un Producto Mínimo Viable (MVP) sin siquiera vislumbrar los costos ocultos, los errores inevitables o los cambios que la realidad nos obligará a realizar.
Y ojo, no estoy diciendo que debamos enterrar nuestra ambición, ni mucho menos.
Soñar en grande es el motor que nos impulsa. El verdadero problema radica en diseñar caminos demasiado estrechos, demasiado optimistas, para esos sueños gigantes que habitan en nuestra mente.
Entonces, ¿cómo puedes evitar caer en esta trampa que te hará preguntarte con desesperación “¿Por qué nada me sale bien?”
La respuesta no es sencilla, pero comienza con cultivar una mente fría y un escepticismo estructurado a la hora de planificar.
Aquí te dejo algunas claves para empezar a construir planes más sólidos y realistas:
- Basa tus decisiones en datos históricos, no en deseos: Antes de fijar un plazo o un presupuesto, investiga proyectos similares, tanto tuyos como de otros. ¿Cuánto tiempo realmente tomaron? ¿Cuáles fueron los costos reales? Deja de lado el optimismo ciego y abraza la información concreta.
- Incorporar márgenes de error deliberadamente amplios: Una vez que tengas una estimación inicial, ¡multiplícala! Sí, has oído bien. Añade un colchón significativo para imprevistos, retrasos y esos “pequeños” detalles que siempre terminan sumando.
- Preguntarse siempre: “¿Qué estoy subestimando ignorando?”: Reúnete con tu equipo, con mentores, con personas que tengan experiencia en proyectos similares y haz esta pregunta sin miedo. Busca activamente los puntos ciegos de tu planificación.
- Piensa en términos de escenarios, no de líneas rectas: La realidad rara vez sigue un camino lineal. Planifica diferentes escenarios: el optimista, el realista, el peor y el menos peor. Ten planes de contingencia para cada uno de ellos.
El problema no es soñar en grande.
El problema es diseñar caminos demasiado pequeños, demasiado ilusorios, para esos sueños inmensos.
Pero si aprendes a planificar con una mente fría, realista y con la sabiduría que te da la experiencia (propia y ajena), tendrás una ventaja incalculable en un mundo donde la mayoría se estrella contra sus propios espejismos (me ha pasado infinidad de veces, por eso es que te hablo desde la experiencia), y esto te llevará a donde precisamente no quieres estar preguntándote una y otra vez: “¿Por qué nada me sale bien?”
Planifica de forma inteligente.
Se humilde y reconoce que tienes una tendencia natural a querer tapar el sol con un dedo.
Sé valiente y construye un camino sólido para tus grandes sueños, mereces alcanzarlos.
¡Deja de preguntarte por qué nada sale bien y empieza a planificar de forma realista para que todo empiece a fluir!
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